miércoles, 11 de mayo de 2016

Quisiera pagar más impuestos II. Sanidad.

Di a luz a mi segunda hija de pie, con las manos apoyadas en una cama de parto. La matrona, agachada detrás de mí, “lo estás haciendo muy bien”. Yo pedía ayuda cuando el dolor me daba tregua y recuperaba mi voz; cuando no, mis sonidos se volvían desconocidos, viscerales, animales. Del dolor más intenso, al alivio. Del alivio, al miedo. Helia nació con dificultades para respirar. Parto muy rápido, quizás. Actuaron en segundos. La reanimaron. Unas horas en la UCI. Poco después, calma, pecho y felicidad.

            Cuánto se ha recorrido para que en un hospital público se pueda dar a luz de esta forma. Cuánto habrán luchado los trabajadores, especialmente las matronas, que se merecen mil y un homenajes por la labor de atención y educación que realizan desde cada centro de salud. Es que se nota. Se nota que han ganado guerras.

            Para la fase de dilatación, hay una sala común con seis o siete camas separadas con biombos y un baño con ducha. Tuve suerte aquella noche. Estábamos solos. Después de veinticuatro horas de contracciones irregulares en casa, fuimos a urgencias. Seis centímetros de dilatación. Yo, tranquila, respirando como me habían enseñado, le contesté a la matrona que quería continuar sin epidural. Mientras me hacían el registro, leyeron mi plan de parto. Cuando tuve a mi primera hija, lo redacté yo. Esta vez, sólo tuve que completar el documento que ha elaborado el servicio canario de la salud para que las embarazadas decidamos qué tipo de parto queremos y, lo más importante, se respete por parte de los profesionales si todo se desarrolla con normalidad.

            La bolsa se rompió y comenzaron unas contracciones intensísimas. La matrona me llevó hasta la ducha para limpiarme y aliviar ligeramente el dolor. Empecé a sentir ganas de empujar mientras me ayudaban a secarme.

-         Esto ya está.- dijo la matrona tras hacerme un tacto.

Yo estaba tumbada en la cama y la contracción me empujó a bajarme, a doblarme, a dar vueltas y buscar la posición.

Sumamente respetuoso y natural, en un entorno médicamente seguro. Así fue mi segundo parto.

Se ha andado mucho. Pero el camino es largo. En la visita que organiza el Hospital Universitario de Canarias para embarazadas, la matrona encargada del “tour” explica que esos paritorios no se idearon para el uso que actualmente le están dando. Para empezar, son feos. Con todo lo necesario, pero feos. Suelos oscuros, paredes viejas, sin luz natural, no hay baño dentro para la parturienta, los acompañantes deben entrar y salir por la zona de trabajo “trasero” del personal para no invadir el espacio de otros paritorios… Sólo se pasa a esa habitación cuando el bebé está a punto de nacer. Mientras, la fase de dilatación (en la que se debería estar tranquila, cómoda, concentrada para soportar el dolor…) se ha de pasar con más gente. No es sólo una cuestión estética. No exijo que los paritorios sean diseñados por un arquitecto interiorista de prestigio. Pero sí que se modifiquen para responder a las necesidades laborales actuales. Un aspecto más a mejorar, casi sin importancia, si lo comparamos con otras urgencias en la sanidad pública.

Obviamente, el entorno no es el adecuado si imaginamos un parto natural ideal. Sin embargo, con esos medios y esas infraestructuras, el personal sanitario que allí trabaja se esfuerza por devolver la lógica y necesaria naturalidad a los partos fisiológicos y a lo que viene después: ya el bebé permanece siempre –si todo es normal- con la madre. Siempre. Incluso durante la intervención del pediatra. Fomentan el contacto piel con piel y la lactancia natural desde el paritorio. Ya en planta, incluso cuentan con una asesora en lactancia que ayuda a las mamás y así garantizar un comienzo exitoso. “Nido”, como tal, está por desaparecer.

Me emociono al recordar a las personas que nos atendieron aquel 19 de febrero. Matrona, residente, auxiliar, enfermera y pediatra. Nos trataron con ternura, amabilidad y respeto, mientras realizaban impecablemente su trabajo. La matrona y la residente, fuera de sus turnos de trabajo, se preocuparon por mi niña y nos visitaron en planta. Fue un gesto extraordinario. Mil gracias.  

Ojalá la Administración hubiera acompañado a los profesionales sanitarios en este y otros aspectos. Para empezar, mejorando sus condiciones laborales (mejores horarios y sueldos, y más contrataciones), pasando por  reformar las infraestructuras sanitarias para facilitarles su labor, y contribuyendo así a que los usuarios de la sanidad pública se sientan mejor atendidos.

Ahora que sabemos con precisión dónde está Panamá, reitero aún más la afirmación: quisiera pagar más impuestos. Que todos pagásemos más impuestos que alimenten y hagan crecer los derechos más esenciales de cualquier persona.