Di a luz a mi segunda hija de pie, con
las manos apoyadas en una cama de parto. La matrona, agachada detrás de mí, “lo
estás haciendo muy bien”. Yo pedía ayuda cuando el dolor me daba tregua y recuperaba mi voz; cuando no, mis sonidos se volvían desconocidos, viscerales,
animales. Del dolor más intenso, al alivio. Del alivio, al miedo. Helia nació
con dificultades para respirar. Parto muy rápido, quizás. Actuaron en segundos.
La reanimaron. Unas horas en la UCI. Poco después, calma, pecho y felicidad.
Cuánto
se ha recorrido para que en un hospital público se pueda dar a luz de esta
forma. Cuánto habrán luchado los trabajadores, especialmente las matronas, que
se merecen mil y un homenajes por la labor de atención y educación que realizan
desde cada centro de salud. Es que se nota. Se nota que han ganado guerras.
Para
la fase de dilatación, hay una sala común con seis o siete camas separadas con
biombos y un baño con ducha. Tuve suerte aquella noche. Estábamos solos.
Después de veinticuatro horas de contracciones irregulares en casa, fuimos a
urgencias. Seis centímetros de dilatación. Yo, tranquila, respirando como me
habían enseñado, le contesté a la matrona que quería continuar sin epidural.
Mientras me hacían el registro, leyeron mi plan de parto. Cuando tuve a mi
primera hija, lo redacté yo. Esta vez, sólo tuve que completar el documento que
ha elaborado el servicio canario de la salud para que las embarazadas decidamos
qué tipo de parto queremos y, lo más importante, se respete por parte de los
profesionales si todo se desarrolla con normalidad.
La
bolsa se rompió y comenzaron unas contracciones intensísimas. La matrona me
llevó hasta la ducha para limpiarme y aliviar ligeramente el dolor. Empecé a
sentir ganas de empujar mientras me ayudaban a secarme.
-
Esto
ya está.- dijo la matrona tras hacerme un tacto.
Yo estaba tumbada en la cama
y la contracción me empujó a bajarme, a doblarme, a dar vueltas y buscar la
posición.
Sumamente respetuoso y
natural, en un entorno médicamente seguro. Así fue mi segundo parto.
Se ha andado mucho. Pero el
camino es largo. En la visita que organiza el Hospital Universitario de
Canarias para embarazadas, la matrona encargada del “tour” explica que esos
paritorios no se idearon para el uso que actualmente le están dando. Para
empezar, son feos. Con todo lo necesario, pero feos. Suelos oscuros, paredes
viejas, sin luz natural, no hay baño dentro para la parturienta, los
acompañantes deben entrar y salir por la zona de trabajo “trasero” del personal
para no invadir el espacio de otros paritorios… Sólo se pasa a esa habitación
cuando el bebé está a punto de nacer. Mientras, la fase de dilatación (en la que
se debería estar tranquila, cómoda, concentrada para soportar el dolor…) se ha
de pasar con más gente. No es sólo una cuestión estética. No exijo que los
paritorios sean diseñados por un arquitecto interiorista de prestigio. Pero sí que
se modifiquen para responder a las necesidades laborales actuales. Un aspecto
más a mejorar, casi sin importancia, si lo comparamos con otras urgencias en la
sanidad pública.
Obviamente, el entorno no es
el adecuado si imaginamos un parto natural ideal. Sin embargo, con esos medios
y esas infraestructuras, el personal sanitario que allí trabaja se esfuerza por
devolver la lógica y necesaria naturalidad a los partos fisiológicos y a lo que
viene después: ya el bebé permanece siempre –si todo es normal- con la madre.
Siempre. Incluso durante la intervención del pediatra. Fomentan el contacto
piel con piel y la lactancia natural desde el paritorio. Ya en planta, incluso
cuentan con una asesora en lactancia que ayuda a las mamás y así garantizar un
comienzo exitoso. “Nido”, como tal, está por desaparecer.
Me emociono al recordar a las
personas que nos atendieron aquel 19 de febrero. Matrona, residente, auxiliar,
enfermera y pediatra. Nos trataron con ternura, amabilidad y respeto, mientras
realizaban impecablemente su trabajo. La matrona y la residente, fuera de sus
turnos de trabajo, se preocuparon por mi niña y nos visitaron en planta. Fue un
gesto extraordinario. Mil gracias.
Ojalá la Administración
hubiera acompañado a los profesionales sanitarios en este y otros aspectos.
Para empezar, mejorando sus condiciones laborales (mejores horarios y sueldos,
y más contrataciones), pasando por
reformar las infraestructuras sanitarias para facilitarles su labor, y
contribuyendo así a que los usuarios de la sanidad pública se sientan mejor
atendidos.
Ahora que sabemos con
precisión dónde está Panamá, reitero aún más la afirmación: quisiera pagar más
impuestos. Que todos pagásemos más impuestos que alimenten y hagan crecer los
derechos más esenciales de cualquier persona.