miércoles, 5 de enero de 2022

LA MAGIA QUE SE HEREDA

Cuando una niña más pequeña que yo, en la fila para entrar a clase después del recreo, afirmó con rotundidad, altivez y desprecio que los Reyes eran los padres, yo no tuve un ápice de duda: IM PO SI BLE. Mis padres no tienen ni tiempo ni dinero. Además, los regalos suelen formar torres en equilibrio dentro de mi habitación, justo frente a mi cama. Es más que evidente que eso sólo puede construirse con magia.


En la cuenta atrás en las vacaciones de Navidad para el Gran Día, se me acumulaban los nervios y se me desbordaba la emoción. Buceo con facilidad en el recuerdo del estadio, el salto del estómago cuando se escuchaba, de lejos, el helicóptero, el griterío, las carrozas, las luces, el agradable olor a turrón artesanal y algodón de azúcar, un señor que me preguntaba en la guagua cómo me había portado, una cara sonriente que ahora encuentro en mi espejo, un hermano por nacer. 


La responsable de esa ilusión casi paralizante que siento la víspera de Reyes es mi madre. 


Para Dirsita, siempre ha sido el mejor día del año. Nunca ha dormido como para descansar lo suficiente durante cada noche de los cincos de enero. Sólo un poco, lo justo, por exceso de cansancio, por esa breve tregua que le conceden los nervios.


Se despertaba y encontraba los sillones repletos de regalos para ella y sus hermanos, pero lo que más le ilusionaba eran los caramelos y las golosinas porque el resto del año no podían permitirse ese lujo. 


Con el paso de los años, la magia, simplemente, cambió de bando: de recibirla, pasó a crearla.


Fabricó una magia maravillosa y abundante que me hizo creer, sin fisuras, en que en aquella casa de recursos limitados, los Reyes nos visitaban cada cinco de enero. La misma magia fascinante y caudalosa que me hizo creer, sin grietas, en que yo podía y debía elegir libremente la forma de labrarme mi futuro con su apoyo pleno. La misma magia que brota cada vez que juega con sus nietas. 


Mi madre es mágica. Espero haber aprendido a emplear adecuadamente mi herencia. Hoy, cinco de enero, y siempre.


Felices Reyes.



jueves, 28 de mayo de 2020

UNA ESCUELA AISLADA


Difícilmente puedo imaginar un solo agente educativo (profesorado, alumnado, familia) que no se haya cuestionado el papel de la escuela, sobre todo, la pública, en estos meses, de diferentes formas, en distintas intensidades y por diversos motivos.

No han sido necesarias pandemias para que se haya escrito y debatido al respecto durante siglos. Me faltan innumerables lecturas para ofrecer una conclusión o reflexión sólida anclada a estudios serios que la justifiquen. No soy experta en nada. Tampoco tengo la suficiente experiencia como para emplearla como aval. Sin embargo, esta situación me empuja a pensar, valorar, replantear, criticar y cuestionar mi profesión.

Cito, otra vez, a Tonucci, por la accesibilidad de sus ideas y porque su aparición en medios para aportar su visión como pedagogo ante esta distópica realidad que atravesamos es frecuente en las últimas semanas: “A los niños les falta la escuela pero no como lugar de aprendizaje (añado: de contenidos académicos), sino de encuentro con los amigos (donde reside el aprendizaje más valioso, según mi opinión)”.

En mi colegio, a veces de forma intuitiva, otras de forma consciente, las áreas del currículum se han ido convirtiendo poco a poco en excusas para aprender a convivir, para aprender a cuidarnos a nosotros mismos y a cuidar a las demás personas y lo que nos rodea. El camino que hemos elegido adquiere hoy, incluso, más sentido.

En esto de CUIDAR, nuestro colegio ha hecho un esfuerzo titánico por SER en comunidad, por crear consciencia comunitaria. En un proyecto precioso, impulsado por el Colectivo Harimaguada,  en corresponsabilidad con el Cabildo de Tenerife, Los cuidados, mejor compartidos, (gracias infinitas a quienes lo construyeron y formaron parte) se comenzaron a crear redes entre diferentes instituciones, organismos, centros educativos y personas para establecer lazos de cuidados comunitarios tejidos desde y para la igualdad. El proyecto como tal cayó al desaparecer su financiación, pero nuestro centro quiso continuar apoyándose en toda la fuerza maravillosa de la palabra CUIDADOS, que se coló por cada grieta del edificio y por cada poro de nuestra piel porque ya, en esencia, estaba ahí, en el personal docente y no docente, en las familias, en el alumnado.

Pero un proyecto de este calado se desmorona si no hay un apoyo institucional detrás que lo financie. Porque algo tan importante y tan bonito requiere inversión en tiempo, formación y recursos si se quiere hacer bien.

Y no sólo recursos (humanos, especialmente). Como una triste metáfora del sistema educativo, nuestro colegio, como infraestructura, permanece completamente aislado de su entorno y alejado, como elemento arquitectónico, de los intereses, los gustos y las preferencias de sus principales destinatarios: los niños y las niñas.

Por alguna incomprensible razón, el sistema educativo sigue funcionando de forma estanca, como si se bastase solo para educar a un niño o a una niña de forma integral. Escuela, Familia, Sanidad, Psicología, Trabajo Social, Nutrición, Psiquiatría y etcétera caminamos en paralelo, casi sin tocarnos; muchas veces, sin escucharnos. Y así perdemos en el arduo y solitario camino a un importante número de alumnos y alumnas, tirando barro a la pared, cada especialidad por su lado, pero sin trabajar cooperativamente.

El CEIP Las Mercedes es el colegio del pueblo, pero está lejos de su núcleo. Supongo que eligieron su ubicación por evidentes cuestiones de espacio y por las condiciones favorables del terreno cuando se construyó en la primera mitad de la década de los 70. En esa necesidad apremiante para dotar de infraestructura a un sistema educativo universal, hubo prisas y errores.

El mismo proyecto de arquitectura sirvió para colegios en zonas climatológicamente muy distintas: desde una muy lluviosa, húmeda y fría (la nuestra), pasando por una zona de medianía con pocos días de lluvia al año y temperaturas más suaves, hasta una más cercana a la costa, con muchos días de sol intenso.

El sentido común dicta que esta decisión de “soltar” estas edificaciones sin tener en cuenta el entorno es el error más básico a evitar desde el punto de vista arquitectónico. Pero, además, lo más grave, a mi entender, es que está aislado de los barrios que lo rodean y únicamente se puede acceder de forma segura si se hace en coche. No hay aceras que lleven a él, por lo que el alumnado que vive a menos de un kilómetro no puede ir caminando. Esto es terrible. Porque está desconectado de toda la vida de su pueblo y de sus barrios. El colegio solamente es el colegio. Retomando puntos anteriores, los lazos con la comunidad deberían ser también físicos.

Tampoco ha habido grandes obras de mantenimiento en estos cuarenta y largos años en los que ha estado funcionando el centro, famoso, lamentablemente, por carecer de una cancha cubierta. En mis momentos más pesimistas, sus espacios me recuerdan inevitablemente a los de una cárcel: asépticos, uniformes, limitadores de la creatividad, sin gracia, feos, hostiles. Construidos desde una perspectiva adultocentrista. Y no sólo. Fríos, muy fríos, a dieciséis grados en invierno dentro de las aulas y pasillos llenos de corrientes catarrales.

El parámetro para construir los colegios y para urbanizar sus alrededores (y para componer todo el sistema educativo) ha sido el adulto. Parafraseando al pedagogo italiano, deberíamos tomar como parámetro el niño o la niña para empezar, como en cualquier aprendizaje significativo, desde lo más cercano que es nuestro colegio, a cambiar hacia, utilizando la palabra de moda, una nueva normalidad realmente transformadora.

Se debería apostar por una nueva movilidad que ya ha empezado en algunas calles de nuestra ciudad, garantizando la seguridad y el bienestar de cada niña y cada niño que quiera acudir a su colegio a pie, incluso, sin compañía adulta. Este riesgo valiente para priorizar la peatonalización embellecería y revalorizaría (en cuanto a que se pondría en valor el cuidado a la ciudadanía más vulnerable) la zona y aportaría una accesibilidad que beneficiaría a los habitantes del pueblo y los barrios (y personas foráneas que llenan nuestras calles para practicar deporte o disfrutar de una caminata más cerca de la naturaleza) que, por fin, podrían pasear y desplazarse con tranquilidad.  

Sin experiencia que la sostenga y sin las suficientes lecturas que la apuntalen, en mi concepción utópica de la nueva normalidad, un nuevo sistema educativo pertenece a un entramado complejo cuyo fin es cuidar a todas las personas y que establece la niña[1] como parámetro; y mi nuevo colegio de Las Mercedes, dentro de la comunidad, se conforma en el eje alrededor del cual orbita la vida del pueblo y de los barrios, accesible, amable y cuidadoso con la ciudadanía más vulnerable.








[1] Utilizo aquí el femenino con contundencia e intencionalidad, porque si el parámetro a partir del cual se estructuran las decisiones resulta ser el colectivo más vulnerable, éstas reportarán beneficios al conjunto de la sociedad.

domingo, 5 de abril de 2020

GRIETAS ESTRUCTURALES


Nunca nos imaginamos así.

Nos han caído encima litros de agua helada que nos han hecho congelar la realidad que hasta ahora nos había arrastrado, impetuosa, contra piedras y por cascadas. En estos canales limpios y pausados por los que nos toca navegar ahora comienzan a vislumbrarse nuestras vergüenzas, errores y desastres de siempre.

El sistema nos ha empujado a identificar como correcta y necesaria una forma antinatural de vivir en muchos aspectos. Me centro en tres que casi son uno: la familia, la crianza y la infancia.

Me repito en esto: estoy convencida de que gran parte del fracaso escolar está íntimamente ligado, entre muchas otras cosas, y en un análisis simplista (lo que me permite mi razonamiento, mi formación y experiencias) a la normalización con la que se pone en manos de otras personas la crianza de nuestros propios hijos e hijas, desde las dieciséis semanas de vida, en contra de toda teoría, de toda emoción y de toda evidencia. Y, a partir de ahí, el triste resto. La infancia se invisibiliza (ojalá hiciéramos más caso a Tonucci), las criaturas “molestan” y se silencian en una sociedad abocada a la producción y al consumo, y venga, papá, venga, mamá, que no pasa nada porque estén más de ocho horas en el colegio, que allí los cuidan incluso mejor que ustedes. Jornadas laborales interminables y precariedad, por nombrar lo más sangrante, unen fuerzas a lo anteriormente comentado para formar un cóctel que impide a las familias corresponsabilizarse del proceso educativo de sus hijas e hijos adecuadamente, tal y como establece la ley.

Deberíamos sentir un superficial vistazo a los países nórdicos como una bofetada. Qué casualidad. La familia y la infancia pesan enormemente en las decisiones políticas y, curiosamente, la educación, admirada por todo el planeta, también. Mientras en España, las niñas y los niños y sus necesidades parecen haber desaparecido del país al mismo tiempo que la actividad lectiva presencial (las necesidades de las mascotas, por ejemplo, sí se han tenido en cuenta desde el primer día de este estado de alarma), en Noruega, la primera ministra, Erna Solberg, ofreció el 16 de marzo una rueda de prensa sobre el Coronavirus en exclusiva para el público infantil en la que era éste, y no los periodistas, quien hacía las preguntas. Es ilustrador.

Llevo unas semanas sintiéndome muy pequeña, casi insignificante con respecto al papel que me ha tocado jugar como maestra y parte de la escuela pública. La humildad me inunda la mirada y refuerza el convencimiento de que la idea anacrónica de la escuela como transmisora de conocimientos y aislada, sin una red robusta de administraciones, instituciones y asociaciones que trabajan en comunidad, se resquebraja.

La escuela pública, como rezan todas y cada una de las leyes educativas hasta la fecha en España, existe para garantizar la igualdad de oportunidades. Y eso se consigue no sólo con lo que se puede hacer en y desde la escuela tal y como la entendemos ahora, sino con una fuerte sacudida a todo el sistema. Desde políticas valientes para poder volver a depositar la responsabilidad de la crianza en las familias, hasta un huracán que transforme a las escuelas, por fin, en centros de atención integral a la Infancia, conformados por profesionales de muchas y diferentes disciplinas: magisterio, psicología, sanidad, trabajo social, sociología e, incluso, arquitectura. Y así, volveremos la mirada a lo importante, que podemos simplificar en los objetivos de la educación primaria, según la legislación vigente. Me quedo, por resumir, con el primero de ellos: convivir y respetar los derechos humanos y el pluralismo de una sociedad democrática.

Andado este camino, me paraliza la autocrítica como agente educativo. Si el papel de la educación pública actualmente poco o nada tiene que ver con la mera transmisión de conocimientos y mucho o todo con garantizar la igualdad de oportunidades y la formación de personas con la capacidad de convivir y ejercer una ciudadanía activa, crítica, respetuosa y responsable, ¿cómo demonios, hoy, vamos a contribuir a eso desde la individualidad de nuestros hogares, desde la distancia social, desde lo ajeno y desde el desconocimiento pormenorizado de la auténtica realidad de cada una de nuestras familias? Eso, que es lo esencial, se pierde y se olvida en todos y cada uno de los pasos que ha dado nuestra Consejería hasta el momento, y, especialmente, en las últimas instrucciones publicadas para todos los centros educativos de Canarias, independientemente del nivel educativo o del contexto.

Comprendo la dificultad en la toma de decisiones. No quisiera, de ninguna de las maneras, verme en la piel de las personas que deben pensar y decidir por toda la Comunidad Educativa. Pero estamos ante la oportunidad de parar, de reflexionar, de replantear nuevos cimientos, de escuchar a los que más tierra pisan.

No hay prisa. De verdad que no. No hay ninguna prisa para completar un currículum (cojo de por sí, si las aulas están vacías), para dar más actividades de repaso, para practicar algoritmos matemáticos descontextualizados, para memorizar el proceso de la digestión o para identificar sustantivos en un texto. Lo que verdaderamente urge en estos momentos es que se garantice el bienestar de esos menores que sabíamos que sus condiciones no eran las óptimas en cuanto a alimentación, en cuanto a higiene, en cuanto a cuidado, desde lo más físico a lo puramente emocional.

Lamento profetizar que todos los dispositivos y recursos para la conectividad que la Consejería y los centros pudieran facilitar a las familias no van a servir para prácticamente nada bueno. La dificultad principal rastreada en nuestro colegio no está en la escasez de recursos o en la falta de conexión, está en la incapacidad de las familias de ayudar a sus hijos e hijas en el proceso educativo de forma aceptable, bien por falta de tiempo o formación, bien porque las circunstancias y la realidad de sus hogares obligan a un nuevo establecimiento de prioridades (salud, economía, cuidado de otras personas dependientes, etc.). No podemos depositar de golpe todo el peso en las familias, cuando el sistema las ha despojado de las herramientas más básicas.

Si finalmente se opta por materializar ese reparto de recursos, ¿qué va a ocurrir en los hogares con más de un menor en edad  escolar?, ¿estamos en disposición de aceptar que todos los menores realizarán un uso responsable y adecuado de las tecnologías?, ¿cómo controlaremos que esos menores, a los que se les está facilitando las herramientas, no recurran a la pornografía o no queden expuestos ante todos los peligros de la red?, ¿garantizaremos con esto la atención individualizada a todas las necesidades educativas?, ¿están preparadas todas y cada una de las familias para apoyar al alumnado en este proceso?. Esa limitada respuesta educativa que podamos ofrecer, ¿disminuirá o aumentará las desigualdades? ¿Qué hacemos con toda esa parte del currículum que tanto tiempo nos ha costado integrar en nuestra práctica docente presencial (lo competencial, lo relativo a la convivencia y la cohesión de grupos, la educación emocional…)?

Me desgarra el alma,  buceando en lo concreto, tener que “entregar notas” de la segunda evaluación. De esta manera y en estas condiciones. Sabiendo que muchas familias y muchos niños y niñas las recibirán con incomprensión, y sin poder obtener una explicación cálida y cercana por parte de la tutora o el tutor. Y, sobre todo, si la finalidad de la evaluación es el aprendizaje, ¿qué aprendizaje se va a construir o mejorar, sin vislumbrar tan siquiera un horizonte?

Entiendo que en la intención de dar una pronta respuesta educativa ante esta situación anómala y excepcional, la brecha digital se haya posicionado como principal enemigo a combatir. En mi opinión, es sólo un espejismo parcheable, y a medias.

La brecha digital es, en realidad, brecha social. Necesitamos sensibilidad y sensatez para atender lo urgente y reparar, poco a poco, sin prisas ni bandazos, las grietas estructurales.


sábado, 18 de marzo de 2017

Adiós

Me dormía sintiendo el arrullo de las olas y el calor amable del sol. Nos acostábamos tarde porque las horas después de la cena estaban reservadas al parchís, las cartas o el dominó.

El verano sabía a agua salada, a lanzarse a la piscina perdiendo la cuenta del número de saltos, a caña de pescar y charcos con burgados, a partidas eternas al cinquillo con pesetas, a paseos sin luz hasta Tamásina, a queso fresco y mermelada casera, a cucharas de palo y lapas, tierra y hierbahuerto.

Mis abuelos me enseñaron a adorar el verano.

Solo hoy, que he viajado de la mano de mi abuela Yeya, me he dado cuenta de que seguramente se dejaron ganar la mayoría de las veces en las que yo me sentí justa vencedora de la partida. Qué grandes.

Los veranos los recuerdo con fuerza. Pero igual de intensos permanecen los recuerdos de los días ordinarios, en los que me entretenía buscando retales de tela por el suelo, tomando medidas y cortando patrones. Mi abuela no hacía nudo en el hilo de coser. Pero a mí me enseñó varios.

-¡Qué artista!-, me decía, orgullosa, cuando le mostraba los vestidos que yo misma confeccionaba para mis muñecas.

La mejor merienda del mundo la hacía mi abuela: plátanos escachados con galletas, un chorrito de naranja y un poquito de leche condensada.

Incluso lo aparentemente aburrido, como cuando la acompañábamos mi abuelo y yo a vender y repartir AVON y la esperábamos dentro del coche, era interesante. Mi abuelo me contaba historias y el tiempo volaba.

Mi abuela, embarazada, cargó bloques para construir su propia casa. Tuvo a tres hijos –y no sé si cuatro- en su dormitorio. Era fuerte, dura.

Tuvo algunas sombras como madre –que aún permanecen a pesar de que ella se ha ido-, pero todas las luces como abuela, y bisabuela.

Aprendió a pintar cuadros a los sesenta y tantos. Sabía tejer macramé, cantar muchas canciones, hacer calados, bailar bailes tradicionales canarios y hacer cuentas mentalmente más rápido que con una calculadora. Sabía escuchar y ser paciente, y aceptar las embestidas del camino con humor y brillo en la mirada. Sabía oraciones y rezos. Sabía dar. Darse. No he conocido a nadie más generoso que ella.

Yeya es fuerza. Cambio. Lucha. Sacrificio y voluntad. Yeya es "mi Chata" para "su Juli".

Yeya es lluvia intensa que agradece el campo.

Y que recordaré siempre de la mano amante de mi abuelo.


Te quiero, abuela. Adiós, Yeyita.

lunes, 20 de junio de 2016

Tres meses y veintidós días. Familia y educación. Comparación programas electorales.

10 de junio de 2016

            Helia tiene tres meses y veintidós días. Sonríe a menudo; sobre todo, si quien la mira es su hermana. Levanta el cuello con fuerza. Aún no se mantiene sentada y se agota rápidamente si la tumbo boca abajo.

            Helia me regala horas seguidas de sueño profundo y nocturno. En compensación, me reclama con frecuencia durante el día. Sólo mi pecho es su alimento. Mama con desesperación pocos minutos. Descansa. Y otra vez. Y otra vez. Y otra vez.

            Terminará muy pronto esta dependencia absoluta, amor primitivo y puro, de mi cuerpo, de mí entera. Ese “sólo yo” fue trascendental cuando nació Nerea. Y vuelve a serlo ahora. Aparentemente egoísta, egocéntrico y ególatra, este “sólo yo”, intrínsecamente generoso, valiente y desinteresado me colma, me hace grande, importante y necesaria.

20 de junio de 2016

            Hace diez días, Helia tenía tres meses y veintidós días y yo, sumergida en ese mar en calma de dedicación plena, me habría tenido que incorporar al trabajo. Las dieciséis semanas de permiso se esfumaron. Ahora disfruto, desde la seguridad y la consecuente libertad de mi puesto de trabajo, de la acumulación del permiso de lactancia, cuya finalización coincidirá felizmente con el mes de vacaciones inamovibles de los docentes: agosto.

Pero casi ninguna mamá trabajadora es así de afortunada. La mayoría debe dejar en manos de otros el cuidado de sus bebés de tres meses y veintidós días. Y se normaliza. Y las que lo hicieron ayer con dolor lo transforman en un “no fue para tanto” a las que deben hacerlo hoy. Y los que no lo han  hecho tratan de convencer con un “todos los demás lo hacen”.

La mayoría debe dejar en manos de otros la crianza y la educación de sus hijos. Y se normaliza. Pero la triste realidad educativa nos escandaliza y nos preocupa. Y en España seguimos sin conectar las políticas familiares con las educativas. Un vistazo a Suecia o Finlandia nos sacudiría con un tortazo.

Familia y educación. Ahí he puesto el foco en la lectura de los programas de los partidos con mayor representación parlamentaria: PP, PSOE, C’S y Podemos. No me he llevado sorpresas. Mucha generalidad, palabras biensonantes y poca concreción en las propuestas. Ahí va un resumen (perdonen el formato cutre de la tabla). En toda selección, hay subjetividad, pero he procurado no intoxicar el texto con opinión. Esta información podrá resultar útil el próximo domingo a personas que son  o serán padres. También a los que tienen cerca o estiman a personas que son o serán padres. Y, por supuesto, a todos aquellos a los que les importen los niños.


PP
PSOE
C’s
Podemos
Permisos de maternidad y paternidad
Ampliación duración del período de excedencia por cuidado de hijos en el caso de familias numerosas.
Permisos de maternidad y paternidad de duración adecuada. Progresiva equiparación.
Igualar permisos.
26 semanas en total.
8 semanas cada progenitor. Intransferible.
10 compartidas.
Igualar permiso de paternidad al de maternidad. Establecimiento de un calendario que aumente el actual permiso de paternidad hasta igualarlo con el de maternidad. Intransferible, 100% pagado y puesto protegido.
Lactancia
“Plan de apoyo a la maternidad” (Sin concreciones)
No menciona
No menciona
Ofrecer facilidades a las mujeres que deseen una lactancia prolongada.
Facilitar y garantizar el ejercicio de una lactancia más allá de los 4 meses de permiso.
Conciliación laboral
Garantizar el protagonismo de los padres en la educación de sus hijos.
Racionalización de horarios.
Excedencias con reserva de puesto.
Facilitación de horarios según necesidades de los padres.
Racionalización de horarios.
Fomento de actividades extraescolares en horarios no lectivos.
Jornada laboral más compacta y flexible.
Horario GMT.
Flexibilización jornada laboral.
Adaptaremos el calendario escolar de festivos y la jornada escolar al calendario laboral. 2 meses de vacaciones.
Ajuste de horarios de apertura de escuelas infantiles al horario laboral de los padres.
Adecuación de horarios laborales para el cuidado de dependientes.
Jornadas laborales cortas a tiempo completo.
Adaptación entre los horarios laborales  y escolares.
Educación Infantil (de 0 a 3)
No menciona.
Gratuidad progresiva.
Acceso universal.
Aumento de plazas públicas y concertadas.
Pública y gratuita.
Pacto educativo
Derogación LOMCE
No
No
Escuela laica
No
Sí.
Educación para la ciudadanía.
No.
Sí.
Docentes
Libro blanco: código deontológico del docente.
Carrera profesional docente.
Prácticas docentes remuneradas durante 2 años.
Estatuto del personal docente.
Sistema de acceso a la docencia similar al MIR.
MIR docente.
Se dará a los centros mayor capacidad para seleccionar y conservar a los mejores profesionales.
Estatuto docente. Hay que basar las carreras profesionales de los educadores en los resultados para acabar con la desmotivación laboral.
Nuevo sistema de acceso a la función pública docente.
Plantillas más estables.
Reducción de horarios de docencia directa para investigación y reflexión de la práctica docente.
Lenguas
Formación en idiomas, innovación y emprendimiento.
Construcción de un modelo común para el aprendizaje de idiomas.
Educación bilingüe y trilingüe.
Plan de aprendizaje integrado de lenguas extranjeras.
Atención a la diversidad
Pruebas de detección precoz de dificultades.
Educación inclusiva.
Progresivo descenso de la ratio.
Escuela inclusiva.
Más plazas para profesores de apoyo en el aula.
Tutores personalizados para el seguimiento y detección de capacidades y dificultades.
No a la repetición de curso.
Plan nacional de educación inclusiva.
Disminución de la ratio.
Centros concertados
No menciona.
No menciona.
Educación verdaderamente gratuita, sin tasas ni tarifas encubiertas en colegios públicos y concertados.
La oferta de plazas escolares seguirá financiándose con recursos públicos sólo en los casos en que sea necesario (por insuficiencia de la oferta en la red pública).







 Como suele decir Ana Pastor: "Estos son los datos, suyas serán las conclusiones."

Aquí dejo también los enlaces a los cuatro programas electorales, por si se quiere contrastar o profundizar:


miércoles, 11 de mayo de 2016

Quisiera pagar más impuestos II. Sanidad.

Di a luz a mi segunda hija de pie, con las manos apoyadas en una cama de parto. La matrona, agachada detrás de mí, “lo estás haciendo muy bien”. Yo pedía ayuda cuando el dolor me daba tregua y recuperaba mi voz; cuando no, mis sonidos se volvían desconocidos, viscerales, animales. Del dolor más intenso, al alivio. Del alivio, al miedo. Helia nació con dificultades para respirar. Parto muy rápido, quizás. Actuaron en segundos. La reanimaron. Unas horas en la UCI. Poco después, calma, pecho y felicidad.

            Cuánto se ha recorrido para que en un hospital público se pueda dar a luz de esta forma. Cuánto habrán luchado los trabajadores, especialmente las matronas, que se merecen mil y un homenajes por la labor de atención y educación que realizan desde cada centro de salud. Es que se nota. Se nota que han ganado guerras.

            Para la fase de dilatación, hay una sala común con seis o siete camas separadas con biombos y un baño con ducha. Tuve suerte aquella noche. Estábamos solos. Después de veinticuatro horas de contracciones irregulares en casa, fuimos a urgencias. Seis centímetros de dilatación. Yo, tranquila, respirando como me habían enseñado, le contesté a la matrona que quería continuar sin epidural. Mientras me hacían el registro, leyeron mi plan de parto. Cuando tuve a mi primera hija, lo redacté yo. Esta vez, sólo tuve que completar el documento que ha elaborado el servicio canario de la salud para que las embarazadas decidamos qué tipo de parto queremos y, lo más importante, se respete por parte de los profesionales si todo se desarrolla con normalidad.

            La bolsa se rompió y comenzaron unas contracciones intensísimas. La matrona me llevó hasta la ducha para limpiarme y aliviar ligeramente el dolor. Empecé a sentir ganas de empujar mientras me ayudaban a secarme.

-         Esto ya está.- dijo la matrona tras hacerme un tacto.

Yo estaba tumbada en la cama y la contracción me empujó a bajarme, a doblarme, a dar vueltas y buscar la posición.

Sumamente respetuoso y natural, en un entorno médicamente seguro. Así fue mi segundo parto.

Se ha andado mucho. Pero el camino es largo. En la visita que organiza el Hospital Universitario de Canarias para embarazadas, la matrona encargada del “tour” explica que esos paritorios no se idearon para el uso que actualmente le están dando. Para empezar, son feos. Con todo lo necesario, pero feos. Suelos oscuros, paredes viejas, sin luz natural, no hay baño dentro para la parturienta, los acompañantes deben entrar y salir por la zona de trabajo “trasero” del personal para no invadir el espacio de otros paritorios… Sólo se pasa a esa habitación cuando el bebé está a punto de nacer. Mientras, la fase de dilatación (en la que se debería estar tranquila, cómoda, concentrada para soportar el dolor…) se ha de pasar con más gente. No es sólo una cuestión estética. No exijo que los paritorios sean diseñados por un arquitecto interiorista de prestigio. Pero sí que se modifiquen para responder a las necesidades laborales actuales. Un aspecto más a mejorar, casi sin importancia, si lo comparamos con otras urgencias en la sanidad pública.

Obviamente, el entorno no es el adecuado si imaginamos un parto natural ideal. Sin embargo, con esos medios y esas infraestructuras, el personal sanitario que allí trabaja se esfuerza por devolver la lógica y necesaria naturalidad a los partos fisiológicos y a lo que viene después: ya el bebé permanece siempre –si todo es normal- con la madre. Siempre. Incluso durante la intervención del pediatra. Fomentan el contacto piel con piel y la lactancia natural desde el paritorio. Ya en planta, incluso cuentan con una asesora en lactancia que ayuda a las mamás y así garantizar un comienzo exitoso. “Nido”, como tal, está por desaparecer.

Me emociono al recordar a las personas que nos atendieron aquel 19 de febrero. Matrona, residente, auxiliar, enfermera y pediatra. Nos trataron con ternura, amabilidad y respeto, mientras realizaban impecablemente su trabajo. La matrona y la residente, fuera de sus turnos de trabajo, se preocuparon por mi niña y nos visitaron en planta. Fue un gesto extraordinario. Mil gracias.  

Ojalá la Administración hubiera acompañado a los profesionales sanitarios en este y otros aspectos. Para empezar, mejorando sus condiciones laborales (mejores horarios y sueldos, y más contrataciones), pasando por  reformar las infraestructuras sanitarias para facilitarles su labor, y contribuyendo así a que los usuarios de la sanidad pública se sientan mejor atendidos.

Ahora que sabemos con precisión dónde está Panamá, reitero aún más la afirmación: quisiera pagar más impuestos. Que todos pagásemos más impuestos que alimenten y hagan crecer los derechos más esenciales de cualquier persona.