La calima ahogaba el valle.
-
Pues lo aprovechamos. Hablaremos de ello cuando
los chicos expliquen y anoten el tiempo que hace hoy – pensé antes de que
sonara la campana de las nueve.
Comienza la conversación. Que si
hoy es tal día, que si quedan tantos días para no sé qué vacaciones, que si
hace calor hoy, ¿verdad?...
-
Hoy está nublado, maestra. Bueno, nublado raro…
El cielo está medio naranja- dice Fulanita.
-
Sí… Hay calima, chicos. Pero, ¿realmente son
nubes? ¿Qué es la calima?
Veintiuna voces al unísono: ¡Nubes!,
¡niebla!, ¡lluvia!, ¡viento!, ¡nubes raras!...
Emerge entonces un brazo
alzándose entre todos los brazos de esa clase tan rica en diferencias. El brazo
que no se espera, el brazo del niño que jamás participa, el brazo del niño que
tardó una semana en mirarme y un mes en hablarme. -Avanzamos, avanzamos,
avanzamos-, pienso, entusiasmada. Le doy la palabra, se hace el silencio:
-
¿Polvo?- contesta, dudando.
-
¡Sí, Fulanito, sí! ¡Qué bien, mi niño, muy bien!
¿Pero polvo de qué?
Fulanito sonríe con el típico gesto
de quien se cree vencedor, se crece, se confía. Sus ojos me miran firmes y deja
escapar la respuesta más poética e inverosímil que jamás he escuchado y,
probablemente, escucharé:
-
¡De hada!
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